Aprendemos a dejar ir a la gente que amamos, a la gente que nos cae bien, y a aquellas que no nos interesan particularmente. Nos separamos nosotros mismos, y a nuestro proceso, de los otros y sus procesos.
Renunciamos a llevar las riendas y a nuestra necesidad de control en nuestras relaciones. Asumimos la responsabilidad para con nosotros y permitimos que los demás hagan lo mismo. Nos desapegamos en el entendimiento de que la vida se está desarrollando exactamente como se necesita desarrollar, tanto para nosotros mismos como para los demás. La manera como la vida se desenvuelve es buena, aun cuando duela. Y en último término, podemos beneficiarnos hasta de las situaciones más difíciles. Hacemos esto en el entendimiento de que está a cargo de ello un Poder que es superior a nosotros y de que todo está bien.
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